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Pasaron los meses, con ellos las lluvias, nieves y vientos hasta llegar a la estación actual en el que nos encontramos: primavera. Para mí es mi estación favorita aunque la dichosa alergia no me deje disfrutar del todo. La nueva floración con su festival multicolor, los animalitos que se dejan ver después de su letargo invernal, los diferentes olores que envuelven toda la comarca me llenan de alegría cada año. Si normalmente me muevo en bicicleta por el pueblo y alrededores, con el buen tiempo los recorridos que hago son más satisfactorios, me permito cuando puedo, parar, respirar profundamente y observar el nacimiento de la nueva vida.

Era sábado y había decidido, que después de pasear a Pancho haría una ruta por el bosque y más tarde, haría una visita rápida a las Clarisas. Una mochila con una botella de agua, una libreta, bolígrafos y una bolsa de almendras garrapiñadas de las monjas por si me entra hambre, sería suficiente para pasar un par de horas con la naturaleza.

Cogí mi bici y con la brisa acariciando mi cara, me puse pedal tras pedal sin ruta concreta hasta adentrarme en el bosque, más allá de la presa.¡Qué día tan fantástico! La temperatura debe estar a unos 22 grados centígrados, algunas hierbas llegan más arriba de las rodillas y me encanta desde niña, acariciar las amapolas muy sutilmente con las palmas de mis manos.

Me senté por un momento, bebí agua y saqué la libreta, ayudada por mis dientes saqué el tapón del bolígrafo y me puse a dibujar sin ser consciente de los minutos que pasaban.¡Chass! Un sonido metálico, y al segundo, un chillido de algún animal me asustó, me puse a mirar alrededor y pude ver como se movían unas zarzas. Me acerqué con cuidado y mi sorpresa fue encontrarme a una pequeña liebre atrapada en una trampa que alguien había dejado. Sus ojitos me miraban asustados y una de sus patas no se veía en buen estado. Con la ayuda de un palo grueso y después de muchos minutos, conseguí liberar al animal, que lejos de correr como pudiera se agazapó con miedo. Me quité la sudadera y le envolví con mucho cariño, lo puse dentro de la cesta de la bicicleta y sin pensarlo me fui hasta el Monasterio de las Clarisas donde allí podríamos hacerle alguna cura.

Llegué hasta el locutorio con el conejito en mis brazos, de vez en cuando le miraba e intentaba calmarle. Toque el timbre esperando que alguna hermana saliera y me ayudase con el problema. Apareció Celina recibiéndome como siempre con una gran sonrisa, sin entretenerme expliqué lo que me había ocurrido en el bosque. Ella muy rauda sacó un botiquín de primeros auxilios, tomó al pequeño de mis brazos y desenvolviéndose como una profesional de la veterinaria, curó en unos minutos la pata del animal.

Muy agradecida con Celina por aquel acto de amor, me aconsejó devolver a la liebre a su lugar en un par de días máximo, entre hoy mañana veríamos la evolución de la herida me dijo. Sorprendida con aquella destreza y tras algunas preguntas, descubrí que la hermana Celina era veterinaria de profesión, se graduó y estuvo trabajando dos años antes de decidir entrar como Clarisa. ¡Qué sorpresa! ¡Para mí, todas las personas con vocación son religiosos desde pequeños! Como si nacieran y a los pocos años de edad se consagrasen, ¡Qué antigua soy!.

-¿Sabes quien amaba mucho a los animales? -Preguntó Celina.

-Nuestro querido fundador, San Francisco de Asís. -Respondió.

-Y parte de nuestro carisma, es amar a estos “hermanos menores”, mostrándoles nuestro respeto como regalo de la creación de Dios.

-Continuó.

Todo lo que me contaba la hermana me parecía tan bonito, y al mismo tiempo tan propio… mi amor por la naturaleza y los animales me viene desde pequeña, sintiendo una sensibilidad por ellos que como dice mi madre, no es normal hija.

Y allí me quede junto a la hermana Celina, que me contaba anécdotas de San Francisco y los animales. ¿Sabías que la conexión del Santo con ellos era tan grande, que hasta las golondrinas al verle le acompañaban en bandada? ¿Y qué también es el patrón de los veterinarios? ¡Cuántas sorpresas guarda la Orden Franciscana! ¡Lo qué me queda por descubrir!