Skip to main content

Quedan muy pocos días para el gran estreno, por fin, y después de mucho trabajo junto a las hermanas, vamos a poder ofrecer a todo el que quiera nuestro sencillo montaje. Mis esperanzas están puestas en este trabajo, pues como ya sabéis, de él depende que puedan costearse parte o la totalidad de las obras que necesita el Monasterio. Los ensayos se han intensificado, paso más tiempo con ellas intentando que todo salga a las mil maravillas. La hermana Aramis, y su gusto por la música, están siendo de gran ayuda. En este tiempo hemos creado un vínculo muy especial. Pasamos cuando puede, ratos de conversación que son muy útiles en mi vida. La universidad, mi familia y amigos, son solo temas triviales entre ella y yo, que solemos acabar profundizando en asuntos mucho más espirituales. ¡Qué suerte tengo de contar con alguien así! Con Aramis, he podido discernir como dice ella, y ver que cosas son importantes y quiero en mi vida.

Una de las tardes antes de comenzar, la hermana Paula se me acercó muy compungida, con los ojos enrojecidos, negando con la cabeza y con un hilillo de voz que decía: – lo siento. ¡Acabábamos de perder a nuestra solista! El debut peligraba seriamente y me puse muy nerviosa. La Madre Abadesa, se aproximó a nosotras con esa calma que tanto la caracteriza y nos dijo: – Calma, no pasa nada. Si Dios no quiere, no se hará. Sé que todas, hemos puesto nuestras mejores intenciones. Sigamos adelante y Dios dirá. Como dice nuestro Padre San Francisco Comencemos haciendo lo que es necesario, después lo posible y de repente estaremos haciendo lo imposible. Y continuamos como si nada con una solista sin voz y una duda en el aire. En las partes donde interviene la hermana Paula, ella actuaba como si se hubiera escapado de una película de Chaplin, lo que era preocupante y gracioso a partes iguales.

Los días siguientes pasaron, y la hermana lejos de mejorar, pasó de una afonía a una gripe que la mantendría en cama con fiebre. Nosotras seguíamos como si nada, yo la sustituí temporalmente siguiendo las palabras de la Abadesa, que tomaba notas en una pequeña libreta que guardaba en su hábito. Mañana sería “el día”, y toda la comunidad no había cesado en sus ensayos, aun sabiendo, que la hermana Paula no estaría recuperada. ¿Qué vamos a hacer?

Esa noche me resultó muy complicado descansar, la preocupación que tenía por el día siguiente, hizo que a las seis de la mañana, estuviera golpeando la puerta del locutorio en el Monasterio. A las siete, ellas están en el coro haciendo oración personal o meditación, por lo que tenía un momento para exponer mi solución. Me abrió la hermana portera con prisa, creyendo que sucedía algo urgente. Al verme me hizo entrar para que no cogiera frío de la calle. ¿Ha pasado algo Adele? Preguntó. ¡Tengo la solución hermana! ¡La tengo! – Exclamé. Expliqué con la Madre delante, que es un playback, mi propuesta es que la Abadesa supliese a la hermana Paula en el escenario, y entre bambalinas con la ayuda de Dios, yo cantaría. ¿Y no crees que estaremos engañando al público? – Me preguntaron. Bueno es un recurso muy utilizado, a grandes males grandes remedios. Dije.

Todo el pueblo estaba invitado, mi amiga Valeria se encargó personalmente de hacer unos carteles preciosos para el evento. Los pegamos con previo permiso en los comercios, en la puerta del centro de salud, en la parroquia, en el centro de ocio para jóvenes con el fin de darle la mayor difusión posible. Enviámos algunas cartas directamente, como a la alcaldesa, al concejal de festejos o a la televisión comarcal, como si de un estreno profesional se tratase. Ella, mi amiga, también fue la responsable del vestuario, y sin su apoyo como suele decirse en las entregas de premios, “esto no habría sido posible”.

Eran las ocho, había anochecido hace un par de horas y la tarde era fría. Apenas hemos descansado la noche anterior, y tanto las hermanas como yo, estábamos agotadas, pero con muchas ganas y energía por estrenar en tan solo treinta minutos. Nos encontramos, en una de las salas más grandes que han habilitado las monjas para actuar, nos cojemos las manos con fuerza y nos regalamos sonrisas y miradas cómplices antes de que suba el telón. Ultimamos los detalles y emitimos algunos sonidos guturales para calentar las voces, estiramos el cuerpo y ensayamos brevemente algunas melodías. Fuera, comienzan a escucharse los primeros pasos y susurros de personas entrando, nadie se atreve a asomarse para no perder la concentración. La Madre Abadesa nos hizo poner en círculo, el silencio solo dejaba que se colase el murmullo y el chirriar de las sillas con el suelo, lo que significaba que estaba entrando nuestra audiencia y acomodándose. ¡Hermanas mías y Adele! Ha llegado el momento. Demos gracias al Señor por habernos puesto a nuestras vecinas Adele y Valeria, para que junto a esta obra de teatro, consigamos nuestro objetivo de sanear esta casa, que es la tuya Señor. Dijo la Madre. Al terminar, la hermana Aramis miró a todas y preguntó en alto: ¿Aspiramos lograr grandes cosas? Se hizo un silencio que duró una milésima de segundo y todas respondimos: ¡Comencemos por las pequeñas! Se abrió el telón