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Hace dos años nos asaltaba el miedo a todo el planeta, el virus se había instalado en el mundo y parece no querer marcharse tiempo después. Esta anómala situación nos hizo reflexionar sobre la fragilidad de nuestro ser, de lo importante que se hacían ahora los abrazos que se prohibían entre abuelos y nietos.
Mirábamos las noticias con estupor y gran preocupación, pidiendo al Señor en cada momento que cesase todo lo que estaba ocurriendo, sintiéndonos frustradas e impotentes por no poder poner nuestro granito de arena. Fue entonces cuando en toda la prensa se dijo, que no había material suficiente para los profesionales sanitarios. ¡¿Cómo podía ser eso?! ¿Qué podríamos hacer al respecto desde nuestra clausura?
Esta iniciativa surgió de una de las trabajadoras del consultorio médico del municipio, que nos puso en contacto con la gerencia del Hospital Clínico. Nosotras que disponemos de herramientas y materiales para confeccionar, nos dispusimos a realizar decenas de batas y mandiles impermeables diarios para el personal sanitario del Hospital Clínico Universitario de Valladolid y varias residencias.
Con una treintena de hermanas, dispuestas a echar una mano y con la fuerza que nos infundía el Espíritu Santo, el trabajo se realizó teniendo que dejar en un segundo plano las tareas cotidianas del propio monasterio, sin dejar de orar más que nunca por todos vosotros, otorgándonos, por otro lado, una gran satisfacción.
Dos años después, recordamos las palabras de nuestra hermana Sor Arancha que pronunciaba y que dicen así:

“Servid, servid, servid; este ha sido nuestro lema, por el que hemos intentado guiar estos años y con el que seguiremos”.