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Hace muchos años salió “Cristal oscuro”,  en América “El Cristal encantado”: una película británicoestadounidense de fantasía dirigida por Jim Henson. Épica, un trabajo muy especial hecho con marionetas. Toda una hazaña del cine para 1982.

Resumiendo, cuenta la historia de los clanes por recuperar la pureza de su Cristal de la Verdad. Cristal, que gracias a los abusos de poder de los Skeksis, va oscureciéndose cada día más. Leyendo los libros de grandes místicos como Teresa de Jesús, se presenta el alma como un Castillo, con sus “moradas”. Cada una se hunde más y más en el misterio del AMOR de DIOS: inmensurable, incomprensible y a su vez tan accesible. Al mismo tiempo, van dejando atrás las cosas que entorpecen el camino, aquellos “Skeksis” que quitan o oscurecen la luz de Dios en nuestras vidas. Así es Dios de sencillo, y se revela a las personas que buscan ser cada día más transparentes, como el “Cristal”.

Cuando me planteo mi vida como clarisa, veo ante mi, el escenario de esta peli, por cierto ahora hecha serie en Netflix, una maravilla con todos los avances modernos en fotografía, escenografía y un mejorado guión.

Veo esa batalla constante, pacífica y profundamente dinámica a un tiempo. Veo la búsqueda diaria de la “Voluntad de Dios para mi vida”. O sea, buscar transparentar el cristal que soy, para que siendo cada vez, más parecida a Jesús, el pueda verse sin betas, oscuridades o pixelados si te acercas a mi vida. No lo hago solo porque me lo sugiere el Evangelio, he encontrado profundas y buenas razones para fundar mi vida en las enseñanzas de Jesús. Yo no, pero Él, Él puede transformarlo todo con solo “tocar su manto”. Yo misma soy muestra de ello.

Es una alegría descubrir qué cercano está a mi vida, y una tristeza el quedármelo para mí, el saborearlo solo yo. Y es que, toda la humanidad debería reunirse entorno al Corazón de Jesús, no existe Corazón que más haya amado. Amado, sin esos nubarrones que establecemos cuando el amor se enturbia con intereses. Un amor puro, el AMOR en grande.

Tenemos una invitación para ti a nuestro hogar, a conocernos. Tenemos una casa para huéspedes desde donde puedes participar en nuestra liturgia, unirte a nuestro mundo. Nuestro mundo, todo nuestro mundo es Jesús. Y es curioso, porque lejos de lo que se pudiera esperar, de lo humanamente lógico; mientras más vives en Cristo y para Cristo, más abierta estás a aquellos horizontes que pudieran parecerte lejanos, infranqueables, apáticos… Ser clarisa es ser de Cristo, pero experimentarlo es imposible sin vivirlo.

Tenemos hacemos una invitación a nuestro hogar, a conocernos. Tenemos una casa para huéspedes desde donde puedes participar en nuestra liturgia, unirte a nuestro mundo, nuestro mundo, todo nuestro mundo es Jesús.