Desde el monasterio y en nuestros corazones existe una conexión, un lazo que nos une a Jesús y a nuestros hermanos del mundo. Somos monjas de clausura y misioneras, conscientes de nuestro estilo de vida somos apóstoles del amor al Señor y sus hijos, con nuestra oración personal y comunitaria. La misión no es todo lo que hacemos, sino lo que somos; Iglesia de Cristo.
Todos los bautizados tenemos ese cometido, somos enviados a anunciar a Dios, ya sea desde una celda o desde tu propia casa, portando y conociéndo más su Palabra, buscando cada día crecer en santidad, siendo testimonio de alegría, con una vida plenamente fundada en el Evangelio. Por que ser católico es ser misionero sin la obligación de recorrer el planeta, es la responsabilidad como hijos suyos que somos, de anunciar y amar. ¿Qué regalo más bonito verdad?