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Tomás de Celano, contemporáneo y compañero de Francisco de Asís, nos da una descripción física del santo en su Primera Vida: “De mediana estatura, más bien pequeño que alto; cabeza redonda y bien proporcionada, cara un tanto alargada en óvalo, frente llana y pequeña; ojos ni grandes ni pequeños, negros y de sencilla mirada; cabellos de color oscuro, cejas rectas, nariz bien perfilada, enjuta y recta…; labios pequeños y delgados, barba negra, algo rala…, vestido áspero, sueño brevísimo y trabajo continuo”. Apoyándose en esta descripción Cenni di Pepo Cimabue (1240-1302) pinta el Retrato de San Francisco incluido en el fresco más antiguo de la iglesia de San Francisco, en Asís, que muestra a María y a Jesús en el trono: Maestà con san Francisco, Asís.

En el año 2014 las ciudades de Santiago de Compostela en Galicia y Asís en Italia, celebraron el VIII Centenario de San Francisco en el Camino de Santiago con distintos actos conmemorativos. Otros proponen que Francisco nunca realizó tal viaje, ya que no existe ningún documento que lo acredite.

Hoy no cabe negar historicidad por falta de documento, pues hay documentos de hechos falsos, documentos falsificados, y hechos históricos sin documentos. Las edades Antigua y Media están llenas de ellos, y los documentos, o no existían, o se perdieron o fueron destruidos por el adversario. Se estima que unas 3/4 partes de textos se han perdido. Ni el documento acredita certeza histórica, ni su falta la descarta. La Historia debe estudiar fuentes auxiliares: archivos civiles y diocesanos, arqueología, epigrafía, cronología, numismática, paleografía, codicología, historiografía, heráldica, arte, literatura, etnografía, e incluso tradición oral, estudiando los hechos desde una perspectiva multidisciplinar. Es muy valiosa la tradición, oral primero y escrita después, y las leyendas siempre guardan un núcleo de verdad junto a un envoltorio que la distorsiona en el paso de los tiempos.

Esta visión es la que lleva a muchos historiadores a pensar que el Santo realizó ciertamente la ruta jacobea entre 1213 y 1215. La venida de San Francisco a Santiago de Compostela es, ciertamente una tradición pero, como afirma Paco Castro Miramontes, Rector del Convento compostelano de San Francisco, una tradición muy avalada, con un escrito datado en el siglo XIV, “I Fioretti”, que contiene una serie de relatos sobre la vida de San Francisco y los primeros compañeros, obra nacida en Italia, pero que bebe de fuentes escritas más antiguas, del siglo XIII, y que en el capítulo cuatro habla expresamente de esta peregrinación de San Francisco a Santiago de Compostela, de cómo estuvo en su catedral, consagrada aún hacía poco tiempo, y como él consideró que aquí tenían que permanecer franciscanos. Incluso puede afirmarse que la congregación franciscana compostelana fue la primera fuera de Italia, y el lugar donde Francisco decide fundar en el mundo entero. La cuestión tiene su valor, ya que después de Asís, Santiago de Compostela sería una referencia para el franciscanismo. La peregrinación estaba en auge, y Francisco de Asís define perfectamente la figura del peregrino medieval.

La crítica histórica atribuye la autoría de “I Fioretti”, al menos en su mayor parte, al hermano Hugolino de Santa María (hoy Montegiorgio), que murió hacia el año 1350; la fecha de composición se fija entre 1328 y 1343.

La obra consta de 53 capítulos, 40 de los cuales relatan episodios de la vida de San Francisco, de sus compañeros y de Santa Clara, mientras que los 13 últimos están destinados a dar a conocer las virtudes extraordinarias de santos franciscanos. Sin ser un libro propiamente histórico, encierra datos de valor histórico. Su Capítulo IV afirma que «En los comienzos de la fundación de la Orden, cuando aún eran pocos los hermanos y no habían sido establecidos los conventos, fue, por devoción, a Santiago de Galicia», acompañándole en ella algunos hermanos, entre ellos Bernardo, el único que es citado por encomendarle el cuidado de un enfermo con el que se encontraron en el camino; los demás, siguieron con Francisco la peregrinación. Más adelante relata cómo al llegar a Compostela pasaban: «la noche en oración en la iglesia de Santiago, cuando le fue revelado por Dios a San Francisco que tenía que fundar muchos conventos por el mundo, ya que su Orden se había de extender y crecer con una gran multitud de hermanos. Esta revelación movió a San Francisco a fundar conventos en aquellas tierras», es decir, en primer lugar en Galicia y en otros lugares de España por los que pasó. Este texto coincide puntualmente con las tradiciones y leyendas franciscanas que se generaron en Santiago, en Galicia y en el territorio hispano, con muchas tradiciones orales que dan a entender que es una tradición muy extendida, fundadas en la propuesta de que por allí pasó San Francisco de Asís en dirección a Santiago de Compostela.

Sintetizando la visión de los primeros cronistas y los modernos, el viaje de Francisco a España, tenía una doble intención: viajar a España y recibir el martirio a manos de los musulmanes. Todos coinciden en que Francisco llegó a España en su camino hacia Marruecos con intención de encontrarse con los sarracenos. En aquel tiempo Marruecos ocupaba todo el norte de áfrica y el sur de España, era el imperio almohade, gobernado por el Miramamolín (Muhámmad an-Násir) que había sido vencido por los reyes cristianos a las órdenes de Alfonso VIII de Castilla en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). Francisco conoció la victoria cristiana y proyectó una misión evangélica sobre el derrotado para mostrarle otra relación con el cristianismo distinta a la impuesta por la espada. Francisco, pues, se va España para misionar entre los sarracenos. Pero una enfermedad le obligó a renunciar a su propósito y regresar a Italia, a santa María de la Porciúncula, donde se repuso y preparó un nuevo viaje a tierras islámicas, en esta ocasión a Siria, con el mismo anhelo de martirio y, aunque logró llegar allí y dialogar con el sultán, éste le dio un trato amable y pacífico que frustró su afán de martirio. Los relatos aceptan en general la peregrinación de Francisco a la tumba de Santiago, y que de esta visita surgieron diversas tradiciones y leyendas que se mantienen vivas en la memoria popular.

Todo comienza en una cabaña a principios del siglo XIII, en el Val do Inferno, zona fuera de la ciudad donde se dice que se arrojaban desperdicios y se enterraba a los ejecutados. Propiedad de los benedictinos del Monasterio de Antealtares y San Martín Pinario, lo cedieron a los franciscanos para asentarse. Allí se levantó una ermita y algunas cabañas en donde vivían los frailes con una vida muy austera, atendiendo a personas muy pobres. El origen del convento de San Francisco es, desde luego, en vida de Francisco de Asís, adoptando el nombre al de Val de Deus. El primer testimonio de la presencia de los frailes instalados ya en Santiago es de 1220, un documento que recoge que los benedictinos les prestaron un libro a los frailes que ya residían en Val de Deus, lo que acredita es que ya antes estaban allí los franciscanos en aquellas tierras, en vida de San Francisco, lo que resulta una compatibilidad cronológica de gran valor histórico.

La clave de la construcción del convento puede estar en la figura de Cotolay, personaje santiagués del siglo XIII, a medio camino entre la historia y la leyenda. La tumba de Cotolay se conserva en el propio convento y junto a ella una inscripción del siglo XVI que completa la narración de la historia: “Viniendo Nuestro Padre San Francisco a visitar al Apóstol Santiago, hospedole un pobre carbonero llamado Cotolay, cuya casa está junto a la ermita de San Payo, en la falda del monte Pedroso. De allí se salía el santo al monte a pasar las noches en oración. Allí le reveló Dios era su voluntad le edificase un convento en el sitio donde está, llamado Val de Dios y Val de Infierno, y sabiendo el santo era del monasterio de San Martín, pidióselo al padre abad por amor de Dios y ofreció ser su forero y pagar en cada un año un cestillo de peces. Aceptó el padre abad, y de ello se hizo foro, firmando el santo, el cual dan fe los ancianos de San Martín han visto y leído. Habido el sitio, dijo el santo a Cotolay: Dios quiere que me edifiques un convento de mi Orden. Respondió Cotolay: que cómo podía un pobre carbonero. Vete a aquella fuente, dijo el santo, que allí te dará Dios con qué. Obedeció Cotolay y halló un gran tesoro con que edificó este monasterio. Bendijo Dios a la casa de Cotolay, casó noblemente, fue regidor de esta ciudad y edificó los muros de ella que ahora van junto a san Francisco y antes iban por la Azabachería. Su mujer está enterrada en la Quintana y Cotolay, fundador de esta casa, en este lucillo, que para sí escogió. Falleció santamente, año del Señor de 1238”.

Al tratarse de la primera fundación franciscana por el propio fundador de la Orden, ya el primer capítulo general, reunido en Asís en 1217, se crearon las diez iniciales provincias denominando la correspondiente a España: provincia de Santiago, que poco después, en 1233, se dividió en tres: la de Santiago (Galicia, Portugal y viejo reino de León), Castilla y Aragón (incluyendo Navarra).

La entrega de pago convenida entre los franciscanos y los monjes de san Martín de una canastilla de peces, correspondía a la misma estructura de la acordada entre Francisco y el abad del monasterio benedictino de Monte Subasio, de la iglesia de santa María de la Porciúncula en Italia y, en ambos casos, la entrega se hacía mediante un rito que en Santiago incluía solemnes procesiones.

El siglo XV mantuvo las tradiciones anteriores sin novedades, y en el último cuarto del XVI el convento compostelano sufrió un devastador incendio y ante la falta de recursos para repararlo su guardián, fray Mateo de Oviedo, escribió al rey Felipe II para pedirle ayuda, haciendo hincapié en que lo había fundado el propio san Francisco y que aquí dejó a algunos de sus primeros seguidores. La súplica fue atendida hacia 1590 en que el convento parece que estaba de nuevo en pie. Es en esta reconstrucción que Francisco Gonzaga redactaba una historia de los franciscanos: «De Origine», grabada en piedra, que permanece, en el muro occidental de su portería y que ha sido antes mencionada.

El escrito firmado por Francisco y el abad de San Martín fue regalado a Felipe II en 1554, cuando pasó por Santiago camino de A Coruña, lo depositó en el relicario de El Escorial, de donde, inexplicablemente, desapareció.

En 1722 se publicó la obra de fray Jacobo de Castro, en que narra la tradición de la peregrinación de Francisco a Santiago y la fundación de su convento, con matizaciones que tratan de darle mayor verosimilitud e intensidad.

En el siglo XIX merece destacarse la obra editada en Madrid de Emilia Pardo Bazán: “San Francisco de Asís. (Siglo XIII)”, una extensa biografía del santo fundador que incluye su peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago. Y el que publicó Ramón Segade en el último cuarto del siglo XIX, que sirvió de base en 1966 al guion cinematográfico de la película española «Cotolay».

Dentro de la orden destaca Fray Atanasio López (1876-1944), autor de varias publicaciones relativas al viaje de Francisco, que en 1914 recogió los datos narrativos de esta tradición franciscana que se hallaban diluidos y confundidos en las fuentes: la Vita Prima de Celano de 1228, el Tratado de los milagros de los años 1250- 1253, la Legenda maior de San Buenaventura… y tras la revisión de estas fuentes acreditadas originales que dan testimonio directo de la presencia de Francisco en España, afirma que «estos testimonios del siglo XIII prueban… históricamente el hecho de la venida de San Francisco a España» y que «la visita de san Francisco a Compostela no puede negarse». Sitúa el viaje después de mediados del año 1213, y su retorno a Italia antes del mes de noviembre de 1215, en que asistió al Concilio Lateranense, situando la fecha de la fundación compostelana entre los meses de mayo-octubre de 1214. Más explícitamente aparece la intención de la peregrinación jacobea en el Proceso de canonización de Santa Clara en que la testigo Madonna Bona de Guelfuccio de Asís, compañera de infancia de la Santa, declara que «Madonna Clara le había encargado que visitase la Iglesia de Santiago». Las fuentes del siglo XIV como los Actus Beati Francisci, las Florecillas o Fiorettí, en la primera mitad del siglo XIV y la Crónica de los XXIV Generales (c. 1370) y otras narraciones, apuntan ecos históricos comprensibles pero indeterminados, que aluden al paso de Francisco por territorio español. Las crónicas mas objetivas proponen la entrada en España por el camino francés, entrando por Navarra y recorriendo las tierras de la Rioja y Castilla la Vieja para llegar a Santiago, haciendo el recorrido en un año, y retornando a Italia saliendo de la península por Cataluña, pero ignoran el itinerario y dudan de la cantidad de sucesos y tradiciones que se acumulan en torno a la persona de Francisco en la Península en ese margen de tiempo, aceptando que probablemente muchas de esas tradiciones surgen posteriormente en la difusión franciscana sin que muchas de ellas hubieran sido protagonizadas por el santo.

Que en Compostela se instituyera el primer convento de la orden franciscana, la cesión de los terrenos por los monjes benedictinos de san Paio de Antealtares o de san Martín Pinario, y el protagonismo de Cotolay en la edificación del templo, dan fundamento de valor histórico. Aunque arraigó la tradición de su condición de carbonero, López Ferreiro publicó en 1888 en el Archivo de la catedral de Santiago, el Testamento de D. Cotolaya, fechado el 12 de julio de 1195, en el que menciona una importante serie de propiedades y bienes. El profesor García Oro es quien percibe que esta familia Cotolaya es la que se relaciona con la fundación del convento franciscano de Santiago. En 1225 un documento de venta menciona a Fernán Pérez de Cotolaya, y los miembros de esta familia siempre aparecen como gentes adineradas y burguesas, que pudieron apoyar con generosidad la implantación del convento compostelano, al que el monasterio de san Martín Pinario podría haberle cedido alguna de sus propiedades. La pertenencia a la burguesía compostelana y su posible apoyo a los franciscanos justificarían su entierro en el sepulcro actualmente situado en la portería del convento, que fue el lugar en el que se levantó la primitiva iglesia conventual.

La ubicación del convento en lugar próximo a la catedral aunque extramuros a ella, se entiende bien al conocer documentalmente que en ese terreno estaba el Valdedeus o Vallis Dei, poblada desde el siglo XII, donde había casas que el monasterio compostelano de San Martín aforaba a particulares y que en la Baja Edad Media llegó a ser un espacio poblado por gentes notables con servidumbre, tienden a concentrarse en este espacio los artesanos compostelanos, sobre todo los poderosos burgueses de la obra catedralicia que junto con el cabildo compostelano contribuyeron sin duda ya antes de 1261 a consolidar la fundación. Es pues muy posible que el monasterio de San Martín Pinario hubiera hecho la cesión benéfica justamente en los tiempos que Francisco decide iniciar la construcción de la primera fundación franciscana en España y la difusión de la Orden en el mundo. La cronología y la identidad de Cotolay y de la constitución de fundación que solo el fundador de la orden podía iniciar, dan a la tradición una base histórica muy sólida que luego la tradición idealiza y distorsiona.

[Autor: https://albertosolana.wordpress.com]