Skip to main content

Apòstoles San Pedro y San Pablo, testigos de Jesús con su enorme testimonio, fieles amigos que dieron su vida por ÉL.

Tú Simón, al que más tarde llamarían Pedro, pescador de peces para el mundo, pescador de hombres para el hijo de Dios, que no comprendias a Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte… Muy seguro de tí mismo, astuto y a veces con carácter, prometías a Cristo que nunca lo negarías, hasta que lo negaste tres veces. Fuiste el primero que Jesús llama y nombra roca sobre la cual construirá su Iglesia, pues este es el encargo que recibe Pedro: gobernar la Iglesia.

Pablo, de espíritu inquieto, culto escritor, fervoroso defensor de las antiguas tradiciones, recto joven fariseo, que fuiste capaz de entregarle a Cristo absolutamente todo tu ser, experimentando la revelación que transformaría tu vida, aceptando deseoso la misión de predicar el Evangelio de Cristo. Tu amor por Jesús era tan vivo y experimental, que viajaste por el mundo comunicando su mensaje. ¡Ese fue tu encargo!

¿Y cúal es nuestro encargo Señor? Enviados al mundo como luz y sal, testigos y anunciadores de Dios y de TÚ Buena Noticia. Es el de realizar un mundo de paz, de felicidad y de amor a todos.