En un mundo en el que cada vez más el lugar de la mujer en la Iglesia se reconoce y valora, vemos como los santos, desde siempre, inspirados por el Espíritu de Dios, buscaron camino de participación y de unidad en cualquier tiempo. Esta historia entre San Francisco y Doña Jacoba lo ilustra muy bien.
La relación de San Francisco con las mujeres fue revolucionaria para su época. Promovió su dignidad espiritual y abrió nuevas posibilidades para su participación en la vida religiosa y social. Su legado continúa inspirando a la Iglesia y a la sociedad actual a reconocer el valor y la invaluable contribución de las mujeres.
UNA AMISTAD PROFUNDA
Un ejemplo concreto de esta relación fructífera con las mujeres se puede entender si se conoce la amistad entre San Francisco y doña Jacoba de Settesoli. Fue una amistad profunda y espiritual, basada en el respeto y el afecto mutuos.
EL PRIMER ENCUENTRO
Se encontraron por primera vez en Roma en 1210, cuando Francisco buscaba un lugar para su naciente Orden. Jacoba, una viuda noble e influyente, quedó impresionada por la espiritualidad de Francisco y le ofreció hospitalidad en su palacio. Su amistad se desarrolló rápidamente, basada en la fe común y en el deseo de seguir a Dios.
BENEFACTOR
Entre ellos surgió una complicidad fraterna: Francisco llamó a Jacoba «Hermano Jacoba», subrayando su estima por su fuerza espiritual y su compromiso con la fe. En muchas ocasiones se mostraron apoyo mutuo: Jacoba se convirtió en benefactora y defensora de la Orden Franciscana, ofreciendo a los frailes alimento, refugio y protección.
CARTA DE SAN FRANCISCO A DOÑA JACOPA:
El hermano Francisco, hombre pobre de Cristo, desea a doña Jacoba, sierva del Todopoderoso, salud en el Señor y comunión del Espíritu Santo.
Sepa, querida, que Cristo bendito, por su gracia, me ha revelado que el fin de mi vida está cerca.
Por tanto, si quieres encontrarme vivo, después de haber visto esta carta, date prisa en venir a Santa María de los Ángeles, porque si no vienes antes de ese día, no podrás encontrarme vivo.
Y trae contigo un cilicio en el que puedas envolver mi cuerpo y cera para el entierro. Te vuelvo a pedir que me traigas esos dulces que me dabas cuando estaba enfermo en Roma.
DIÁLOGO ESPIRITUAL
Nunca faltó el diálogo espiritual entre ellos: Francisco confió sus dudas y esperanzas a Jacoba, y ella lo escuchó con atención y sabiduría. Una anécdota famosa cuenta que Francisco confió a Jacoba un cordero amaestrado, símbolo de su alma.
HASTA EL ÚLTIMO DÍA
Jacoba permaneció junto a Francisco hasta su muerte en 1226. A petición de Francisco, estuvo presente junto a su lecho junto con sus frailes. Después de la muerte de Francisco, Jacoba continuó dedicándose a la caridad y la oración, convirtiéndose en un modelo de espiritualidad franciscana.
RELACIONES PROFUNDAS CON LAS MUJERES
La relación entre Francisco y Jacoba, por tanto, atestigua la capacidad de Francisco para construir relaciones profundas con las mujeres, basadas en la estima y la igualdad espiritual. Jacoba representa la figura de la mujer que acoge y sostiene a la Iglesia naciente, ofreciendo su aporte material y espiritual. Su amistad sigue siendo un ejemplo de cómo la fe puede unir a personas de diferentes orígenes sociales y de diferentes sexos en un camino común de santidad