Skip to main content

Las fiestas de mi pueblo son muy especiales, se celebran en el mes de agosto cuando toda la comarca, se llena de personas que vienen a pasar unos días alejados de las ciudades. Es muy típica la caldereta que se hace entre los vecinos en la plaza, unos cortan zanahorias, otros patatas… y entre fogón y fogón, risas y buenos momentos para el recuerdo.

Estas fiestas iban a ser extrañas sin la alegría de Cándida recorriendo cada rincón, parece que la veo llevar “la capillita de la Virgen” a la siguiente vecina para que cuide de ella esa noche.

Cada año se elige a la vecina y vecino que representarán al pueblo a través de una votación popular. Son muchos a los que les hace ilusión, te visten con ropas elegantes de época y durante los días que duran la festividad, paseas y visitas lugares y personas. A mi me tocó una vez siendo niña, tenía 14 años y el chico afortunado fue mi primo Tomás.

Sonó el teléfono móvil, era mi amiga Valeria con su torbellino de energía que me preguntaba, a que hora íbamos a quedar esta noche. La verdad es que me apetecía mucho, quería ver los fuegos artificiales y pasar un rato agradable con vecinos y amigos. – A las diez está bien, así cenamos un poco en “El Burladero”. – Contesté.

Dieron las 22:00h y allí estaba mi amiga Valeria sentada junto a una mesa, comenzó a hacerme aspavientos para que yo, que entraba por la puerta viese donde estaba situada. ¡Cómo para no verla!

Me acerqué hasta ellos, sí, Valeria estaba acompañada por Alex ¿Le recordáis? El hijo de “el de los cementos”, el chico que estudia medicina. Nos saludamos y me senté, el lugar estaba abarrotado de personas como ningún otro día. Cenamos, conversamos y decidimos ir hasta el puente para coger buen sitio y poder disfrutar de los colores y el olor a pólvora. Mi amiga se ausentó para ir a comprar algo de refresco, hacía mucho calor y el exceso de sal que te ponen en “El Burladero” no es poca cosa.

Allí estábamos sentados Alex y yo, era la primera vez que estábamos solos y la verdad es que me daba un poco de vergüenza sin saber muy bien porqué. El fue muy simpático y estuvimos hablando de estudios y planes para vacaciones, conversaciones muy triviales. Por fin apareció Valeria con unos vasos de plástico, me los dió y dijo: – Chicos, tengo que ir un momento a casa, mi madre se ha dejado las llaves y está esperando en la calle con mi abuela. Vuelvo enseguida.

Y así fue, mi amiga se tuvo que ir y allí nos quedamos en aquella situación dos casi desconocidos. El tiempo pasó y cada vez me sentía más relajada, las conversaciones fueron tomando un nivel más profundo y menos banal. Alex es un chico muy formado y con habilidades para comunicarse, ¡Vamos que conversación no le falta! Llegó el momento de los fuegos, yo miraba mi teléfono con el fin de encontrar un mensaje de mi amiga, pero nada…

Con la primera explosión en el cielo, se abren los primeros colores y las personas llevan sus cabezas arriba exclamando asombro. Una vez es lanzado el primero, el resto es un no parar durante treinta minutos.

Mis ojos estaban puestos en ese baile de rojos, azules y amarillos, por un momento me ausente dejándome llevar por el espectáculo. Al volver mi cabeza a su posición normal, vi los ojos de Alex que me miraban, su sonrisa era gigante, parecía emocionado por este momento… y entonces me dió un beso muy ràpido, casi imperceptible, del cual no supe como reaccionar. En ese momento y salvada por la campana como se suele decir, llegó Valeria gritando de alegría como el resto de personas que allí se encontraban.

Pasó una hora más como mucho, y durante esos sesenta minutos estuve haciéndome mil preguntas al respecto. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué? ¿Se lo debo contar a Valeria? Volví a incomodarme sin saber de nuevo el motivo, y con la excusa que al día siguiente tenía ensayo con las Clarisas, me fuí a mi casa.

Esta es una situación nueva para Adele, nunca ha sentido nada por ningún chico, excepto en secundaria que le gustaba Albertito Guzmán, el hermano del “Pitotes”. Nadie le había besado antes. Tenía la sensación de lo que vulgarmente se conoce como “mariposas en el estómago”, con la duda de no saber si eran sentimientos o tan solo ansiedad.     [Continuará]