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La última vez hablamos de una de nuestras costumbres, madrugar. Hoy os traigo una tradición que algunos compartiréis conmigo. En realidad son dos las costumbres que traigo a debate hoy. La primera es persignarse, es una acción muy conocida, un signo que todos hacemos al entrar a una Iglesia, al recordar algo que le impone respeto… por miles de razones.

Pero existe una única razón por la que todos los cristianos católicos reconocen en la señal de la cruz un signo de salvación. Y es que en la cruz, la salvación del hombre, Jesús, dió su vida por la humanidad. Todo comienza a adquirir sentido. El gesto de hacer la señal de la cruz consiste en dibujar una cruz imaginaria con la punta de los dedos de una mano. Consta de dos movimientos: el primero se realiza de arriba abajo y el segundo de izquierda a derecha (católicos) o de derecha a izquierda (ortodoxos). La acción es conocida como persignar, signar o santiguar cuando una persona lo hace sobre sí misma y como bendecir o signar, si es sobre otras o sobre alguna una cosa.

Puede hacerse en silencio o acompañado de una fórmula verbal de oración.

Muchas confesiones cristianas, entre los que se encuentran ortodoxos, anglicanos, calvinistas, etc., tienen en común el mismo signo.

Es normal que siempre esté presente en:

  • Inicio y cierre de las oraciones y actos religiosos.

  • Fórmulas de adoración trinitaria.

  • Saludo ante lugares, objetos e imágenes.

  • Señal de bendición sobre personas o cosas.

La señal de la cruz, está presente en todos nuestras funciones religiosas, cuando entramos y salimos de la capilla, cuando vamos a comer o al final del día. Pero en el comienzo de la jornada, cuando a los pajarillos apenas se les oye y el monasterio es un gigante grande de ladrillos con personitas que se mueven preparándose para adorar al Rey al alba, entonces cobra un significado especial.

Hay algo que no se llega a entender en la vida monástica. Es por eso, por puro desconocimiento, que las personas creen que estamos rezando todo el tiempo, y que este es nuestro fin. Pero en un sentido más amplio y menos reduccionista, nuestra vida, la finalidad de nuestra existencia como monjas, es vivir con Jesús, la vida de Jesús, para en silencio o con palabras, irradiar la salvación de Jesús.

Como frase está muy bien, pero traducido al día a día, significa que, no apartamos tiempo para la oración. Dado que nuestra vida es contacto con Dios, diálogo con Él, toda la jornada se vuelve una oración que no se interrumpe. Así que al hacer la señal de la cruz cada mañana después de abrir los ojos, es como, si conscientes de nuestra misión en la Iglesia, quisieras vivirla del único modo factible: con y desde Jesús.

Al persignarnos, le entregamos todo y le hacemos Rey de nuestro día, le pedimos además a la Santísima Trinidad que, desde el Calvario y junto con María, sepamos consolar a Cristo, consolando a tantos que sufren. ¿Cómo se hace? Orando (llevándonos tan bien con Jesús que contemos en todo y para todo con Él). Y me diréis, es mucha la fe que tienes, y te respondo, no sé si mucha o poca, pero la fe me da para creer a Jesús, creerle y seguirle.

Así que, si algún día entras a una de nuestras Iglesias y ves alguna monjita haciendo la señal de la cruz, además de respeto, significa que quiere y busca, no lo que le agrada, sino lo que agrada a Dios.

La otra de las costumbres que te quiero traer hoy, es una muy antigua y a veces no entendida: besar el suelo.

Tiene su sentido y aunque a priori, suene algo así como servilista, no tiene nada que ver con ello. Las antiguas y las jóvenes encarnamos nuestras tradiciones y costumbres no sin sentido y racionalidad, pero con total normalidad, orgullosas de nuestro rico patrimonio.

Somos seres humanos, animales de costumbres, de ritos. A las acciones damos una y otra vez significado y las integramos a nuestras vidas en la medida en que sean eficaces y capaces de trasmitir valor, un significado, un sentido.

¿Entonces para qué besar el suelo nada más levantarte? Pues si quieres saber todo esto, espera al próximo blog.