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¡Un año ya! ¡Casi estamos en Navidad! El pueblo, como de costumbre, engalana las calles con luces y guirnaldas diferentes a las anteriores, este año habían decidido jugar con los colores rojo y verde ¡A lo estadounidense! También habían colocado un gran árbol en la plaza, donde las personas se paraban a fotografiarse con sus teléfonos. Yo, caminaba con mi madre en busca de los regalos para familiares y amigos, con un gentío a nuestro alrededor que no nos dejaba cumplir con el objetivo.

  • ¡Hola! ¿Cuánto tiempo? – Nos saludaba una de las vecinas.
  • A por los regalos Mari. -Contestaba mi madre sin ganas de parar.
  • ¡Uyy! Menudos precios este año… -Replicaba Mari, negando con la cabeza.

Y esta conversación, se repetía aproximadamente cada cinco minutos con una persona diferente. Por fin, entramos en la tienda que buscábamos, pero los precios no convencían a mi madre y salimos de allí enfiladas a otro comercio.

Regresamos a casa, con menos compras de las que le hubiera gustado a ella, y con una especie de frustración. Desde mi habitación escuchaba como le contaba a mi padre, que los precios estaban muy altos y por lo tanto, este año, los regalos no serían tan estupendos.

Al día siguiente, había quedado con las Clarisas en que las ayudaría con la decoración navideña. Una vez allí, la hermana Nati sacaba los diferentes objetos que componen el Belén. Entraron otras dos monjas sonrientes, con una caja más cada una, y ahí que nos pusimos a colocar todo. Pude ver, que en este tiempo de preparación navideña; Adviento, las hermanas, lo reciben de una manera diferente a mí o mi familia. No hay guirnaldas, ni alimentos caros para cenar, y tienen a la Virgen María muy presente durante estos días.

  • Para nosotras, es un momento de reflexión y de conversión, de cambio, de actitudes y de vida nueva. ¡Qué muy pronto llegará el Señor! – Decía Nati, realmente entusiasmada.

Propuse primero a la Madre, y esta, a la comunidad, realizar el popular juego por estas fechas del “amigo invisible”. Salvo tres, el resto no sabían de que las hablaba, pero les pareció una buena idea.

A mí me tocó la hermana Esperanza, debía pensar y comprar un regalo para ella, y conociendo muy poco a esta monja, no se me ocurría absolutamente nada. ¡Ya sé! Y entré en una conocida página web, de esas que te traen de casi todo a casa.

Llegó el día que habíamos organizado nuestro primer “amigo invisible”. Todas estaban sentadas en la sala, entre sus manos llevaban sus regalos envueltos, y los nervios, se dejaban ver en las miradas y sonrisas que se escapaban. La Madre volvió a disponer, para que todo saliera de las mil maravillas, había leche caliente y pastas.

  • Le toca hermana Asunción. -Dijo la Abadesa.
  • ¡Uuy! ¡Muchas gracias Asunción! -Contestó la hermana Petra emocionada. 
  • ¡Es una agenda preciosa! ¡Las hace ella misma! – Me decía la Madre muy orgullosa.

Llegó mi turno para regalar, y entregué con toda mi buena intención el paquete a Esperanza. Había mucha expectación, todos los ojos estaban puestos allí.

  • ¡¿Pero?! ¡Adele! ¡Esto debe ser muy caro, hija! – Me espetó.
  • No se preocupe por eso… – Contesté.
  • Las obras completas en edición para coleccionista… – Decía al resto de la comunidad. – … Sí te parece bien, las pondré en la biblioteca para que todas puedan disfrutar de ellas ¿De acuerdo? – Terminó.

¡Vaya lección aprendí! Mientras ellas se hacían regalos realizados por ellas mismas, sin gastar ni una sola moneda, despertando tanta ilusión en sus caras como el más caro, mi familia y yo, nos desesperábamos intentando comprar lo último y mejor, sin saber, que el mejor regalo comienza desde la preparación de la propia Navidad, que se encuentra en lo sencillo, que reside en lo que está por llegar. Sin duda… el “Niño Dios”.