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¡Uyyy qué cosas te traigo hoy! Te comparto una costumbre que tiene matices en cada casa o monasterio, pero cuyo sentido es el mismo en todas. Nosotras celebramos las posadas dobles, o sea, antes y después de la Navidad. ¿Cómo es eso? Pues mira, en el peregrinar que a todos nos lleva a la ternura del recién nacido de Belén, acompañamos a José y María, en su viaje.

¿Cómo lo hacemos? Pues cada día de Adviento, una hermana acoge a la Sagrada Familia y le ofrece su celda como habitación. Con este sencillo gesto queremos restituir, con amor, la negativa de tantos de recibirles y darles techo. Bueno, eran tiempos difíciles y la ciudad estaba llena – diréis—, pero es que en nuestra casa todo es de todas y donde comen dos comen 10. Esa tradición sana de nuestros abuelos al acoger al forastero, es precisamente lo que hacemos en las posadas pre Navidad. ¿Pero luego? Luego es más hermoso aún. La imagen del Jesús, bebé, pasa por cada una de las celdas haciendo noche con cada hermana. De sobra está decir que esa noche, todas las atenciones son para el Niño. Las hermanas preparan altares, ponen flores, y desde esa noche y para siempre, es el Rey. Las segundas posadas, tienen el encanto de lo íntimo. Solo la monja y Jesús Niño. ¿Cuántos pensamientos de cielo habrán llenado esas noches? Y es que las posadas, sin querer a aprender a abajarnos hasta desaparecer, para que Jesús resplandezca, es nonada. En fin, que es una oportunidad doble de enmendar, desde la intimidad con Jesús, nuestro camino.

Recuerdo una novicia muy fervorosa que la noche de sus posadas, llevaba el Niño Dios al comedor, al coro; descansaba en su cama. Esa novicia nos enseñó que la Navidad es más que una fiesta, más que el anuncio del nacimiento más trascendental de la historia humana; es, sobre todo, es la experiencia inexplicable de Dios que toca mi humanidad y la comparte, solo por amor. ¡Plofff! Puede explotarte la cabeza fácilmente y no te culpo, yo con 27 años de clarisa, solo vislumbro el Misterio. Pero ese Misterio que solo intuyo, que a veces acaricio por fe, es tan grande, tan real y tan puro que mueve cada fibra de lo que soy, la redime y renueva cada día.

¿Te animas a vivir esta experiencia de las “posadas” como nosotras?

Sencillos consejos:

Busca una estampa, una imagen, una medallita del Niño Jesús. Prepara en tu habitación el sitio más especial y decóralo, que sea digno del Rey. Llévalo en procesión hasta allí y al colocarlo en su lugar, ora de corazón a corazón. Hazlo durante una semana sin fallar ni un día.