Skip to main content

Tengo sed de Ti, Dios mío, la sed del caminante, que al mediodía, ansía la sombra y el agua fresca.

Tengo sed de Ti y de tu Reino. Ansío una tierra nueva donde los caminantes lleven el nombre de hermanos. Donde la libertad, la justicia y el amor no tengan mancha.

Las corrientes de amor, como ríos que fluyen sin cesar, atraviesan mi ser, nutriendo cada fibra de mi cuerpo. Es un amor que no conoce barreras ni fronteras, que se expande sin medida y abraza con su esencia divina.

En cada gota que sacia mi sed, encuentro la esencia de tu dulzura, el néctar de tus palabras que llenan mi alma. Y en el murmullo del agua, escucho susurros de amor que se deslizan como versos al viento.

“Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío; “

En cada encuentro, en cada gesto de cariño, veo la manifestación de ese amor que tanto anhelo.

Somos llamados a saciar la sed de Dios en los demás, especialmente en los más necesitados y desfavorecidos. Jesús nos enseñó a amar al prójimo como a nosotros mismos, y al hacerlo, estamos satisfaciendo la sed de Dios en ellos.

Haz señor brotar tu agua, en nuestra tierra reseca, en nuestro corazón herido, tan sediento de ti, tan sediento de tus palabras de vida. Dejanos descansar en tu pozo, dejamos señor saciar nuestra esperanza…. Tan solo de ti.